Virus del rugoso del tomate (ToBRFV)

por | Ene 28, 2025 | ACTUALIDAD, CULTIVOS, PLAGAS Y ENFERMEDADES | 0 Comentarios

Un Virus con «Estilo Propio»

El ToBRFV no es un virus cualquiera. Pertenece a la familia de los Tobamovirus, un grupo conocido por su alta resistencia y capacidad de transmisión. A diferencia de otros virus que afectan a los cultivos, este no necesita un vector (como insectos) para propagarse. Basta con el simple contacto: una planta infectada que roza a otra, herramientas contaminadas, o incluso las manos de un trabajador. Es como un «virus social» que se expande rápidamente en el entorno agrícola.

Los síntomas son difíciles de ignorar: hojas que se arrugan y deforman, manchas amarillas o marrones en los frutos, y un crecimiento atrofiado de la planta. El resultado final es un tomate que pierde su valor comercial, tanto por su apariencia como por su calidad. Y aquí viene el problema: no hay cura. Una vez que el virus entra en el cultivo, la única opción es contenerlo y evitar que se propague.


El ToBRFV en España: Un Caso de Alerta Máxima

En España, el virus ha encendido las alarmas, especialmente en regiones como Almería, donde la agricultura intensiva bajo invernadero es el motor económico de la zona. En 2019, se detectó el primer brote en un invernadero almeriense, y desde entonces, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) ha implementado medidas estrictas para evitar su diseminación. Entre ellas, la destrucción de plantas infectadas, la desinfección exhaustiva de herramientas y suelos, y la restricción del movimiento de material vegetal.

Pero, ¿cómo llegó el virus a España? Aunque no se sabe con certeza, se cree que pudo introducirse a través de semillas o plántulas infectadas importadas de otros países. Esto nos lleva a un punto clave: la globalización de la agricultura tiene sus riesgos. El intercambio de material vegetal a nivel internacional facilita la propagación de patógenos, y el ToBRFV es un claro ejemplo de ello.


Estrategias de Control: Más Allá de la Química

Uno de los mayores desafíos del ToBRFV es su resistencia. No existe un tratamiento químico que lo elimine, por lo que las estrategias de control se centran en la prevención y la bioseguridad. Aquí es donde entra en juego el papel del ingeniero agrónomo, quien debe convertirse en una especie de «detective agrícola» para evitar la entrada del virus en los cultivos.

Algunas de las medidas más efectivas incluyen:

  1. Uso de semillas certificadas: Asegurarse de que las semillas estén libres del virus es el primer paso para evitar problemas.
  2. Desinfección exhaustiva: Herramientas, suelos, y hasta el calzado de los trabajadores deben ser desinfectados regularmente.
  3. Monitoreo constante: Detectar los síntomas a tiempo puede marcar la diferencia entre salvar un cultivo o perderlo por completo.
  4. Resistencia genética: Aunque aún no existe una variedad de tomate completamente resistente al ToBRFV, los programas de mejora genética están trabajando en ello.

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